Ha llegado el viernes y con él la vuelta al cole y la bofetada de rutina.
Ahora me esperan diez meses de idas y venidas. Comidas, meriendas y cenas. Un horario. Organización. Entrenamientos. Más idas y más venidas. Partidos. Lavadoras, más lavadoras. Deberes. Ropa rota. Zapatillas desgastadas. Prisas y más prisas. Días interminables y noches cortas.
Será que se acaba el verano, que tengo que guardar los biquinis y todo lo de la playa o que cada vez están más cerca los días lluviosos y grises, pero hoy me ha invadido una especie de nostalgia que no sé si sabré gestionar.
Y después me acuerdo de que es viernes, que en una hora comenzará mi fin de semana y que me quedan por delante cuarenta y ocho horas de descanso y relax, al menos en mi cabeza. Leer, escribir, reír y disfrutar.
Pienso que en un par de meses tendré mi nuevo libro y que me muero de ganas de saber que os parece.
Pienso que las musas se están portando fenomenal conmigo y estoy escribiendo a muy buen ritmo.
Pienso en lo afortunada que soy de ver felices a los míos.
Pienso en que cada día mis lectoras me animan a seguir escribiendo y con ello contribuyen a renovar mi energía.
Y sobre todo pienso que es verdad que las mujeres podemos hacer un montón de cosas a la vez, porque además de todo lo que he dicho anteriormente también respiro y vivo.
En resumen, arranco este curso 2018-2019 con la contradicción por bandera. Lo bueno y lo malo. La pereza y las ganas. El miedo y la ilusión. El quiero y no quiero. Un curso más. Un paso más.
Lo único que espero es que en junio cuando haga balance me pueda sentir orgullosa de todo lo conseguido.