Creo que todavía estoy alucinando. Sí, es «jodidamente increíble», lo sé. El 23 de abril estaré en el mismísimo Paseo de Gracia, 35 ( al ladito de la tienda de Loewe, ahí lo dejo, por si me queréis regalar un bolso), en la parada de Las Auténticas Devoralibros, firmando ejemplares de mis libros.
Sí, mis libros, os prometo que no paro de repetírmelo porque suena flipante en mi cabeza.
Y os preguntareis ¿los autopublicados firmando ? Pues sí, gracias al trabajo y al esfuerzo de Noelia y María José, que apoyan firmemente a los autores autopublicados, podremos tener un hueco en un día tan importante para todos los que amamos las letras.
Si lo pienso en frío, o en caliente más bien, me doy cuenta de que voy a estar en el Día del Libro en una ciudad impresionante como es Barcelona, respirando ese ambiente literario que allí se multiplica por mil y rodeada de autores con las mismas ganas e ilusión que yo. ¡Menudo privilegio!
Sin embargo, no puedo dejar de sentir un poco de tristeza a la vez. Soy de ciudad pequeña, muy pequeña. Si me habéis leído sabréis que soy una enamorada de mi tierra; mi primera bilogía está localizada aquí, en mis calles y rincones favoritos, mi primera protagonista es santanderina, como yo, y en mis portadas sale bien grande el nombre de mi cuidad, porque nunca me canso de repetir que tuve la suerte de nacer en la mejor ciudad del mundo. No sé, puede que haya millones de portadas de libros donde aparecen nombres o imágenes de ciudades como Roma, Paris, Londres, Madrid o Barcelona, pero ¿Santander?, ¿en serio? Dejando a un lado el hecho de que como somos tan pocos habitantes ¿tiene que haber miles y miles de autores santanderinos, no?
Y entonces me viene a la cabeza eso de lo de «profeta en su tierra»
Todavía recuerdo como hace un año en un encuentro de literatura romántica que tuvo lugar en mi ciudad, en un marco incomparable como es el Palacio de la Magdalena, la concejala de turno del ayuntamiento dijo en su discurso que la cuidad siempre apostaba por la cultura. Y yo, con mi escasa experiencia en este mundillo, al terminar su intervención, me acerqué a ella para decirle que acababa de publicar mi primera bilogía, localizada aquí, con una prota de aquí, etc… Regalándole un marcapáginas para que supiera que era una buena embajadora de Santander. Ella, con prisas por abandonar el evento en esa tarde de viernes, me dijo que ya avisaría a la red de bibliotecas municipales para que se hicieran con mis libros. No hace falta que os diga que sigo esperando.
Y como eso os podría decir muchas más cosas. He estado número 2 en el Top Ventas de Amazon durante muchos días tanto con Lía como con Oli, sigo en el top 100 casi un año después. He sacado tres ediciones en papel de mi primera bilogía, mis libros han llegado a México, Argentina, EEUU. He hecho dos presentaciones en una de las librerías más grandes de mi ciudad y así podría enumerar un montón de logros más conseguidos, yo solita. Y todo con dos premisas claras en mi cabeza: no soy nadie y acabo de aterrizar en este mundo literario. Pero a veces me da por pensar y se me olvida que soy una autora autopublicada ( de esas que se catalogan en el género de «ahora escribe cualquiera») y que como no tengo una editorial gigante detrás y toda su maquinaria de marketing quizás por eso nadie de mi Comunidad se ha puesto en contacto conmigo.
Así que cuando veo a compañeras autopublicadas que les dedican un pequeño espacio en algún medio de comunicación de sus ciudades o sus propios ayuntamientos, siento un poco de envidia, sana.
Por eso doy muchísimo más valor al hecho de poder irme a Barcelona a firmar, de la odisea de viaje que tengo programada para ir y volver en el día mejor ni hablamos. Tres aviones, cuatro cuidades, en fin… que seguimos siendo pequeños en muchos aspectos.
No me enrollo más, lo que quería decir es que ir a Barcelona es un sueño para mí, de los grandes, pero vamos, que si me hubieran dado un mínimo de bolilla en mi casa para la Feria del Libro que será a partir del 26 de abril, me hubiera hecho mucha ilusión también.
¿Quién sabe? Quizás cuando vuelva…